Entre el miércoles y viernes pasados, en Río de Janeiro, centro económico y financiero de Brasil,se desarrolló la Cumbre de la Tierra, Río+20, o Conferencia de Naciones Unidas sobre DesarrolloSustentable, compuesta por los países del Norte y Sur económico comprometidos con el desarrollode una economía sustentable y socialmente incluyente. Allí se intentan responder problemáticastales como: ¿Cómo preservar el medioambiente y salvar el planeta? ¿Cómo erradicar la pobreza?Esto con el fin de impulsar a las sociedades civiles, de los países participes y del resto del globo, aconstruir un mundo basado en la prosperidad, sustentabilidad y equidad. Esta Cumbre sedesarrolla veinte años después la primera realizada en la misma ciudad, cuando entonces losdirigentes del mundo ya se habían dado cuenta que la degradación paulatina del medioambienteera causada por el esquema de consumo y producción no viable en un mundo cuyos recursos sonfinitos, razón causal de la implementación del denominado plan “Agenda 21”. En efecto, se suponíaque en la magna Conferencia de la semana pasada, la discusión giraría en torno a los retos que sefijaron en 1992, verbi gracia, prevenir la degradación galopante de la naturaleza, aplicación delprincipio de solidaridad entre las generaciones actuales y futuras y en todos los pueblos del mundoy la participación de la sociedad civil en los mecanismos de decisión. No obstante, el eje central dela discusión fue la muy criticada, mayoritariamente por los países del Sur, “economía verde”
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